IToda la tristeza del mundo,
la que tuerce a los amantes,
la que desgarra ojos,
la que perfila hasta luegos,
la que los niños sangran
por cualquier cosa
y los ancianos se sacuden,
la que se desvela en mi pecho débil
y me enloquece
y se me escurre por los ojos
y me despierta en las noches,
en las madrugadas amargas,
toda toda ésa,
no existía antes de vos.
IITe digo que te amo,
pero lo que quiero decir es que amo
las cenizas de tus besos,
tu gemir de loba,
tus imposibles presagios (acertados):
el juego.
Te haré pagar por mi tristeza
con los poemas más bellos,
los crepúsculos más agrios,
y el luto de tus manos.
Lo prometo.
IIIY cuando haya cumplido mi promesa
—la cumpliré, eso sí—
bailaremos sobre los huesos
de eso que fue verdad,
que fue luciérnagas
y eternidades y rituales.
Será un día de tristísima celebración.