12.3.09

Sin título I

Hay días donde todo empieza bien. Encontrás tu ceral favorito en la alacena; tomás el bus a tiempo; vas al día con los bretes de la u; respondés con cierto aplomo las preguntas del profesor. Es mi día, pensás, con una sonrisa que casi te duele de lo poco acostumbrado que estan tus labios, ultimamente, a sonreir.

Te fumás un cigarro cuando salís de clase; te sentís caritativo y le das unas monedas a un pordiosero; te topás con una amiga que tenías mucho de no ver (la encontrás menos guapa; te das cuenta que la dejó el novio recientemente; secretamente te alegrás: nunca te dio pelota); caminás lento y con seguridad hacia la parada. Es un buen día, pensás de nuevo: estás satisfecho.

Te subís al bus y la ves; eligís un asiento cercano pero desde donde no te puede ver; te encanta: su cuello largo, sus ojos claros, su piel suave, los mechones de pelo que se le salen de su gorro morado (odiás los gorros tejidos como ésos pero el de ella te parece una excepción a la regla).

Entonces querés hablarle pero no sabés cómo. Te quedás callado. Te ponés triste. Te das cuenta que solo te gusta porque te recuerda a ella. Te bajás del bus. Te sentís patético. Te embarga una soledad vastísima. Querés llorar, gritar, coger.

Sos una mierda.



Foto: "Paso peatonal" por Cristóbal Serrá J., publicada en su deviantart